Únicamente las apariciones aisladas de David Silva y las intervenciones de Iker Casillas salvan los muebles en una Roja totalmente apagada
Este último parón internacional antes de la preparación de la Eurocopa de Francia pretendía esclarecer las dudas que rondan la cabeza de Vicente del Bosque en la confección de la convocatoria para el torneo veraniego, pero después de sendos empates ante Italia y Rumanía, la cosa pinta más bien hacia lo contrario.
Ante Italia hubo fases del encuentro en las que España se reconocía, se veía intención en el juego y algo de profundidad con Álvaro Morata y Aritz Aduriz en punta -aunque a veces abusando del balón en largo-. Un rival de cierta enjundia como Italia también invitaba a ello, aunque en el cómputo global la Nazionale mereció más que los de Del Bosque.
Pero ante Rumanía los nubarrones vuelven a rondar la cabeza del seleccionador, o al menos deberían tras ver a un equipo ramplón, falto de profundidad, prácticamente sin ideas, sin provocar situaciones de peligro y, lo que es más preocupante de todo, concediendo mucho atrás.
Iker Casillas tuvo trabajo y lo solventó bien en un primer tiempo más que decente de Rumanía. En el segundo acto simplemente las malas elecciones de sus delanteros condenaron las opciones de victoria de Rumanía, porque España se volcó en campo contrario buscando el tanto -más por fe que por juego- y dejaba desguarnecido el propio, dejando disfrutar a los rumanos de un buen puñado de contragolpes.
Precisamente eso es lo único que puede llevarse a la boca Vicente del Bosque esta noche: el empate a cero, porque pudo ser peor, las acciones de David Silva, que parecía el único decidido a romper la monotonía, y las buenas intervenciones de Iker Casillas o Mario Gaspar, que cumplió en la derecha. Lo demás, dudas, muchas dudas, porque España no está en su mejor momento y se ve a leguas.
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